sábado, 17 de noviembre de 2018

Si miras, mira abiertamente

Si amas, ama abiertamente

Veinte monjes y una monja, que se llamaba Eshun, practicaban la meditación con cierto maestro zen.
Eshun era muy hermosa aunque tenía la cabeza rapada y su hábito no la favorecía.

Varios monjes estaban secretamente enamorados de ella, y uno le escribió una carta de amor,
insistiendo en que tuvieran una reunión privada. Eshun no respondió.

Al día siguiente el maestro dio una conferencia al grupo, y cuando hubo terminado, Eshun se levantó.
Dirigiéndose al monje que le había escrito la carta, le dijo:

-Si de veras me amas tanto, ahora ven y abrázame.

(Cuento zen)

La otra mañana, para tratar el asunto del origen del rechazo y la discriminación a lo diferente, mis alumnos de valores éticos vieron el cortometraje de Tim Burton Frankenweenie (1984), muy recomendable, pues apenas dura veinticinco minutos y da tiempo a pensar sobre él. Una de mis alumnas lo tenía bien claro: el origen del rechazo de los vecinos al perro de Víctor se debe a la falta de amor. Y es el amor hacia su perro, añadía, lo que mueve al niño a pensar y a construir la técnica de revivificación. Es el amor lo que mueve a las personas a hacer el bien. De su falta, por tanto, sólo podrá esperarse el mal. Esta lectura de la alumna me hizo pensar que quizá nuestra relación con el amor haya cambiado.


Sí, ella podría tener razón. El amor hizo a la criatura y, con ello, al creador. Por lo mismo, el amor hace al discípulo y al maestro, al enfermo y al médico, al usuario y al inventor. El amor nos sitúa en comunidad, hace comunidad, mientras que su falta la disuelve. El error es pensar que la relación entre el amor y aquello que de lo que de él se deriva es una relación de causalidad. No se enseña porque primero se ama, ni se ama porque primero se enseña. Uno no causa el otro, sino que lo necesita. La enseñanza necesita del amor y el amor de la enseñanza. Sanar, enseñar e inventar suponen y potencian el amor. Lo suponen porque nacen del compromiso, la entrega y la dación, como el abrazo que demanda la monja del cuento. Y lo potencian porque quien lo recibe se sentirá para siempre agradecido.

El asunto es que hoy día, integrados en poderosos sistemas y prácticas cosificadores, no parece que hagamos las cosas por amor, con lo que ello conlleva, que dejamos de hacer cosas. Producimos mucho sin hacer nada. Si la sanación necesita del amor, que la constituye, a falta de éste ya no habrá sanación. Y lo mismo puede decirse de la enseñanza y la invención. En efecto, ¿puede haber amor entre un médico y sus informes, un profesor y sus clientes, un gestor y sus recursos? Quizá en esta situación, teniendo que proceder desamorosamente, la receta no sea, como tanto se dice, cultivar o sembrar el amor a nuestro alrededor, como si el mundo que nos rodeara fuera fértil y nosotros portáramos sus semillas, sino hacer lo posible para no originar aquello que sólo puede alejarnos del amor.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

En psicoanálisis, el amor de transferencia no debe entenderse como el eco de un amor del pasado, sino como la irrupción en el presente de un amor definitivo sobre el cual el sujeto renacerá a la vez que cede su ligazón con los objetos que le atenazan. El amor y el saber son inseparables. De ahí la dejadez que pueden suscitar en los "suficientes".

David Porcel Dieste dijo...

Interesante comentario. Cada vez veo más claro que el amor no sólo nos sitúa en el mundo, sino que nos da mundo. Y al desnudarse y renacer, vence la muerte.

M. A. Velasco León dijo...

Te leo y, con placer, escucho ecos de Vladimir Jankélévitch cuando nos dice que el ser preexiste al amor pero el amor se adelanta al ser. "Amor es una profecía"
También en su monumental libro "La muerte", citando a Ionesco, nos enseña:
"Si amas con locura, si amas intensamente, si amas absolutamente, la muerte se aleja." Por ello Diótima, en El Banquete, dirá que el amor es deseo de inmortalidad. Y por ello ya en el Cantar de los Cantares (libro judío reivindicado por Jankélévitch como uno de los antecedentes de la nueva ley, la ley del amor) dice precisamente: “El amor, fuerte como la muerte”

David Porcel Dieste dijo...

Este tipo de referencias son las que andaba buscando, especialmente las de Jankélévitch. Las anoto. Muchas gracias.

Robin de los bosques dijo...

Por supuesto que hay que transformar esa situación que nos lleva al desamor, pero creo honestamente que amamos a pesar de todo.
El amor es connatural al ser humano, al mero hecho de relacionarnos. Ya sé, ya sé... Entonces ¿de dónde esta deriva del mundo?. No lo sé, pero a nuestra fragilidad humana le es imprescindible amar.
Bonita reflexión.

David Porcel Dieste dijo...

Sí, la idea que se plantea es hacer lo posible para no dar lugar a formas degeneradoras y degenerativas de las relaciones humanas. La intuición de la alumna, y que quería recoger, es que el amor es, esencialmente, generador (de encuentros, de conocimiento, de prácticas, etc) Pero si esto es así, allí donde no hay generación no puede haber amor. Y me temo que en muchos contextos, aun en nuestra profesión, nos encontramos con que no podemos enseñar, ni curar, ni inventar, no porque el amor haya perdido su intensidad generadora, sino porque, contra y a pesar de nuestra voluntad, vamos siendo desplazados a la zona del instrumento. El burócrata no ama el orden y la disposición. Sencillamente, no puede amar.

David Porcel Dieste dijo...

Por eso el amor no sólo nos sitúa en el mundo, nos hace estar en un lugar, con quienes queremos estar, etc, sino que nos da mundo, y al dárnoslo nos hacemos y rehacemos, llegando, en ocasiones, a renacer.

Robin de los bosques dijo...

Entiendo lo que dices y está claro que paulatinamente dejamos de considerados personas para ser considerados "recursos humanos". Precisamente lo que intentaba decir es que el propio contacto el encuentro (forzado en una relación profesional) , genera el afecto y no sólo al contrario.
En este sentido, de un contacto forzado reiterado acabamos estableciendo vínculos, incluso en situaciones aparentemente frías o instrumentales. No podemos no sentir.

Robin de los bosques dijo...

Nos creamos, así es. Nos hacemos con los otros.

David Porcel Dieste dijo...

Sí, ahora entiendo mejor lo que querías decir, y estoy de acuerdo en tu apreciación.