Cuenta Thoreau, en Un paseo de invierno, que en la naturaleza hay un fuego subterráneo que nunca desaparece y que ningún frío puede congelar. Este fuego subterráneo tiene su altar en el pecho de cada hombre, "pues en el día más frío y en la colina más inclemente el viajero abriga entre los pliegues de su capa un fuego más tibio que el que arde en ningún lugar. Un hombre sano, en realidad, es el complemento de las estaciones, y, en invierno, lleva el verano en su corazón. Allí está el sur."
ISLA DE LA PALMA
dentro mismo, dentro de la todavía noche,
el bosque con su sangre corriendo a través de las ramas,
centelleando los pájaros y el silencio temblón en las últimas hojas
casi invisibles,
las sombras y el olor del azul que llegará más tarde,
el canto y el silencio en la piel, piel con piel,
rumor de los latidos de este seno, de esta cueva a través de la cual
no se oyen las quejas de tenerte dentro,
el aire curvándose, haciéndose suelo de hojas bajo los pies que hurgan el aliento de la hierba,
no se oye sino el quédate si quieres, ésta es la casa, crece, escucha mi latido, bebe mi agua, tápate con la niebla que más quiero
el bosque es mío en la mañana, de la mano la mañana, ella y esa oscuridad al fondo donde canta el pájaro que ha venido a volarme.
Miguel Porcel (Octubre, 2020)
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