domingo, 20 de diciembre de 2020

Acompañados

A mis nuevos compañeros,

Con las nuevas políticas educativas provocadas, o aceleradas, por la entrada de lo desconocido en la historia se está afianzando una tendencia que ya se anticipaba en tiempos de verdadera normalidad. Y es que ahora parece que los profesores, afanosos y de vidas atareadas, hemos de medir el valor de nuestros empeños por el grado de "seguimiento" que hagamos a nuestros alumnos. Un seguimiento que se hace extensivo a las veinticuatro horas del día y que los muros de las aulas ya no puede contener. Una infinidad de plataformas digitales se han abierto paso con la entrada del coronavirus, como anhelando un pistoletazo de salida para hacerse hueco en el mercado competitivo del digitalismo. Y ahora, sin comerlo ni beberlo, los profesores, ya digitalizados, ya hechos a imagen y semejanza de los nuevos modelos de enseñanza telemática, hemos de continuar siguiendo a nuestros alumnos en ese proceso formativo que se supone posibilita el seguimiento. Tareas inacabables, para ellos y nosotros, deberes interactivos, mandatos a cumplir unas directrices, marcadas por un sistema que no acabamos de saber muy bien identificar, pero del que constatamos que está cada vez más lejos. Y otro sin fin de correos cuyo cometido, cada vez más, es ya solo constatar que el seguimiento se lleva a término, pero como quien aprieta un botón para comprobar que los niveles de oxígeno son los adecuados y el animal enjaulado no se está asfixiando. 

Una asfixia que ya está devorando a sus víctimas, apareciendo cada vez más alumnos desamparados, aquejados, apesadumbrados por torrentes de información que como los ratones del experimento ya solo saben girar sobre sí mismos. Así de apesadumbrada estaba la alumna que el otro día me confesaba que ella no es un número, o una nota, o un registro. Y lo quería gritar, a viva voz, y que el viento hiciera correr sus palabras, con la esperanza de que alguien la recogiera y multiplicara a todos los rincones. No soy una nota, me decía. Y me lo decía acompañándola, estando próxima a ella, lejos de los rieles por donde circulan el seguimiento y el registro. Me lo decía mientras las gotas de lluvia empapaban nuestras mejillas y ella se las sacudía para seguir proclamando. Un acompañamiento que me devolvió el lugar de la responsabilidad, de la autoría, del viejo maestro, atento a los pasos de sus alumnos para ver si continúan o se desvían por senderos de piedras y barro. Un acompañamiento que me devolvió una sensación hacía mucho olvidada, avivada por la mirada de quien espera una mano fuerte para cruzar juntos el camino.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha parecido preciosa. Me ha emocionado incluso. El mensaje que transmites y la forma en la que lo cuentas llega al alma y es tan real. De verdad que me ha encantado.

A los profesores ahora os exigen que realicéis seguimientos a los alumnos, pero estos seguimientos se basan en simples aplicaciones digitales, las cuales presuponen que tenéis que saber utilizar a la perfección, a través de las cuales los alumnos reciben tareas incalculables, y esto frustra tanto a profes como alumnos. Es un seguimiento superficial y ficticio. En mi opinión, está bien aprovecharse de los avances digitales como un medio de apoyo para la educación, pero no debe basarse en eso, no debe ser una ampliación de la misma. La educación no se puede digitalizar por completo, porque no se debería basar sólo en tareas y trabajos a entregar en una fecha concreta en el Calssroom, o cualquier otra plataforma digital.
Como dices, este momento se preveía que iba a llegar pero con la pandemia se ha acelerado y nadie estaba preparado. Estamos en una sociedad que se tiende a robotizar y digitalizar todo, pero la educación no debe ser absorbida por esto, la educación es humana, es personal, necesita forjar lazos humanos que a través de una pantalla son imposibles de conseguir.

Muchas gracias por tu reflexión, es maravillosa.

David Porcel Dieste dijo...

Muchas gracias, querida alumna. No lo hubiera podido expresar mejor.

M. A. Velasco León dijo...

Sucede aquí la vieja confusión de medios y fines. La conectividad y el seguimiento se convierten en fines y entonces no sabemos hacia dónde vamos, ni hacia dónde queríamos ir.
Como muy bien dices, la pandemia está agudizando lo que ya teníamos encima, y si antes los fines ya andaban medio perdidos, ahora se están extraviando por completo. la educación reducida a una red social, donde lo importante no es sino estar en dicha red.
Buena reflexión.

David Porcel Dieste dijo...

Exacto. Buen título para un artículo: "La educación reducida a red social" Gracias maestro.

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo con esta reflexión. Cada vez más, cierta extraña lógica burocrática se infiltra en el trabajo de los profesores. Y la docencia online, pese a sus ventajas, refuerza esa tendencia...

David Porcel Dieste dijo...

Así lo veo también, con el perjuicio que ello produce: que el alumno deja de sentir la mano del profesor. Gracias por pasearte.

Anónimo dijo...

Preciosa reflexión, con la sensibilidad que te caracteriza y ese don de la pluma que Dios te ha concedido, pero que también es fruto de un gran esfuerzo y de interminables lecturas. Estoy totalmente de acuerdo contigo en que nos estamos convirtiendo en burócratas y esta pandemia ha acentuado todavía más el hecho de que parece que tenemos que justificar todo nuestro trabajo rellenando papeles sin sentido alguno en lugar de dedicar más tiempo a nuestro alumnado y a nuestras respectivas materias para mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje. AB

David Porcel Dieste dijo...

Muchas gracias querido/a AB... Como dejas entrever, hay un fondo de desconfianza que explica los peores augurios. Un abrazo