Ahora que los rostros se han vestido nos ruborizamos cuando en un acto social nos quitamos la mascarilla, quizá para comernos la manzana en la esquina de la sala, o para toser la pepita que nos atraganta la respiración. Nos ruborizamos y enseguida nos la volvemos a poner, como hacíamos en la playa cada vez que nos cambiábamos de bañador o salíamos apresurados de la ducha por miedo a algún vecino mirón. ¿Se está convirtiendo la mascarilla en la nueva prenda de vestir? ¿Habremos de despojarnos de ella cada vez que queramos hacer el amor? ¿Evitará el primer beso ahora que sabemos puede matar?
El caso es que nos prometieron que el sentido de las nuevas técnicas de distanciamiento era el de producir poder de aproximación, cuando, paradójicamente, ese poder no puede alimentarse sino de aquello que, precisamente, aquellas pretenden combatir:
"Dicho de otro modo: al tocar, nos sentimos; al tocar, nos tocamos. Lo cual demuestra que lo que incrementa la vida no necesariamente es la retirada del mundo, sino un tipo de relación con el mundo; la vida se intensifica en contacto con el mundo." (Josep Maria Esquirol, Humano, más humano)
4 comentarios:
Es precioso David.
El distanciamiento está rompiendo, mucho más rápido de lo deseado, una de las necesidades humanas más primarias: el contacto. El contacto es calor, es amparo, es acogida, es protección, es redención. Las caricias son amor, son cariño, son paz, son compañía. ¿Y si esto es irreversible? ¿Y si la normalidad queda olvidada? ¿Y si nos helamos tanto que quedamos incapaces de generar calor? ¿Y si el miedo no nos abandona? ¿Cómo combatimos el miedo sin ese abrazo? ¿Y si los abrazos se convierten en las nuevas utopías, si no lo han hecho ya?
Como dices, las mascarillas se han convertido en un bien tan esencial en nuestro día a día como lo es el alimento. Las mascarillas, por lo menos a mi, han generado complejo de cara. Tenemos pavor a mostrar nuestro rostro. ¿Como hemos llegado al punto de que nos de vergüenza enseñar nuestra propia faz? Todo esto sobre una base compuesta de miedo, de angustia, de culpa.“¿Evitará el primer beso ahora que sabemos puede matar?” Está claro que el miedo nos hace mas conservadores, nos cohibe, pero, ¿Será capaz de arrancar de raíz un impulso tan poderoso e intenso como lo es el amor, la pasión? ¿Dónde está el límite? ¿Hasta que punto debemos o podemos reprimirnos?
Todos estos cambios nos están deshumanizando. Nos privan de sentir. Sin una llama que prenda, nos apagamos. ¿Qué nos queda?
Un abrazo!
Muchas gracias, Noa. Me alegro que te haya gustado, y que te plantees estas preguntas que son las preguntas de todos. Un fuerte abrazo.
Introduces una cuestión importante, algo aparentemente tan inofensivo como cubrir la cara (supuestamente medida pasajera) probablemente lleve la vergüenza y la distancia donde nunca debiera estar.
Espero y deseo que el hambre del contacto no muera, porque no deberíamos ser islas, sino redes.
Un abrazo.
Gracias, querida Robin. Confiemos en una nueva etapa de recuperación. Un abrazo
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