A veces, cuando subo en el ascensor me imagino a éste dejándome en una ciudad de casas desconocidas, todas iguales, blanquecinas, de tejados bajos, y sin ventanas. Y me imagino abriéndome paso entre ellas para buscar algo de luz, o de verdad, pero no como el prisionero de Platón, que ya sabía a dónde se dirigía en el momento de romperse las cadenas, sino como el niño que busca a una madre que no está.
Sueños de Mayo
3 comentarios:
Sea cual sea la forma en que se manifieste, esa sensación desorientación es tan con natural al ser humano, ¿verdad? Estamos arrojados...
Así es. En cierto modo, la caverna servía al menos de abrigo al prisionero. Gracias por pasearte. Un abrazo.
Angustiosa imagen la del niño buscando su madre, su mundo, su ser.
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