Hay palabras que dan luz, y cierran caminos. Sirven de señal y orientan incluso al más despistado. De repente ya sabemos qué decidir, y cómo actuar. Pero otras pasan silenciosas, incluso cuando ya nadie escucha. Es esa pregunta que el último de la fila pronuncia casi a escondidas, quizá con voz temblorosa, o para sí mismo, pero con la convicción suficiente para saber que debía estar ahí. Sobre la mesa. Y ser desmenuzada, o analizada por los más sabios filósofos y matemáticos. También la carta de amor colgada en un tejado, que nunca se llegó a abrir por no saber muy bien a quién dirigirse. Quizá a ella, a esos gestos donde se adivinan los secretos del Universo, y de ti mismo.
O palabras,
también, pronunciadas sobre una mesa de intervinientes, que exhaustos y
cansados de tanta palabrería, prefieren no seguir escuchando y taparse los
ojos. Y omitirla, o eludirla, o no sacarla a colación, porque su
respuesta supondría abrir heridas que ya no vienen a cuento. De abrir heridas
van muchas de las palabras silenciadas. Palabras silenciosas, de una llamada
sin timbre que apenas el viento apaga, y entonces has de volver la mirada y
reanudar camino. Palabras solitarias, apagadas, pero lo suficientemente
poderosas como para acompañarle siempre a uno, e imaginar mundos de haber sido escuchadas.
1 comentario:
Palabra, somos palabra, el mito es palabra que brinda el contexto necesorio desde el cual vivir y actuar el ser humano.
Salud.
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