Llamamos éticas del camino a aquellas que ponen un cauce a la vida. Trabajan sobre ésta como el escultor hacer con su bloque de mármol o el escritor con la hoja virgen. Su pretensión consiste en ir definiéndola, asignándole unos rieles por donde debe circular, y entonces terminarla en una vida buena, por virtuosa, sabia, placentera, correcta... Los filósofos clásicos, pero también los modernos Rousseau y Kant, procuraban esculpir la vida para hacer de ella algo digno, bueno, merecedor de ser vivido. De ahí que este tipo de éticas suelan ir acompañadas de unas reglas, de un procedimiento que, como la regla y el pincel para el artista, sirven de medio conductor a aquellos que consienten en recorrer el camino ya fabricado. Lo mismo que el artista espera del otro que aprehenda lo tallado, el filósofo confía a los demás su camino.
En cambio, llamamos éticas de la barrera a aquellas que, ante un exceso de caudal o de actividad, se afanan en situar diques alrededor. Trabajan más allá de los lindes del camino, fuera de ellos, porque todavía no lo hay. No les interesa la escultura, sino contener el mármol bruto. Es, digámoslo así, una tarea previa, necesaria, a cualquier intento de modelado. Más presentes en los libros sagrados que en los manuales sobre cómo ser felices, no reflexionan sobre la acción o los modos posibles de vivir, sino sobre la inacción o los modos del no vivir; y es que, en ocasiones, antes de guiar y dictar, se hace preciso prohibir y delimitar.
7 comentarios:
¡Que curioso! llevo unos días dando vueltas a la cuestión moral, a su universalidad y su caracterización, y ahora me encuentro con tu entrada que trata de la ética y su presupuesto previo. Madre mía estas coincidencias, ¿serán tales? ¿o habrá una sintonía filosófica oculta?
Interesante la cuestión de la barrera. No te digo más porque estoy dando vueltas al asunto.
Salud
Qué bueno! Leeré con mucho interés tus conclusiones. Un abrazo
Genial escrito y explicado. Abrazo.
Gracias y abrazos
Me ha gustado mucho tu entrada David. De un modo claro y preciso transmites mucho contenido. Me hace pensar en esas éticas de la barrera (en efecto, muchas religiosas) que delimitan hasta el extremo, que no dejan la menor oportunidad a que se haga una mínima muesca en el mármol bruto, pues todo está absolutamente reglado y prescrito. Pienso estos días en esos alumnos que hacen el Ramadán y no comen hasta las nueve y media, sin poder hacer una excepción ni en plena época de exámenes. En el ámbito de la éticas religiosas podríamos poner tantos ejemplos de prohibiciones y límites establecidos en virtud de sublimaciones más que cuestionables que el Ramadán casi es una anécdota. Besos. Tau
Muchas gracias, Tau. El ejemplo que pones creo contribuye a enriquecer la entrada. En efecto, la ética de la barrera puede ser un paso previo a la ética del camino, pero también, como tan bien describes, una condición de imposibilidad. Un exceso de reglamentación limita, al mismo tiempo, la posibilidad de labrar el camino. Muchas gracias por tu aportación. David
Excelente entrada, cuyo contenido trasciende el ámbito de lo ético. El exceso de actividad puede circunscribirse a lo político, concretamente, a la relación de amigo-enemigo, y entonces esas barreras pueden legitimarse como medidas preventivas. Saludos.
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