La razón es tan endeble, tan frágil, que nos cuesta soportarla cuando tenemos que acudir a ella. No sé a vosotros, pero a mí me supone un enorme suplicio acudir a razones para explicar el motivo de casi cualquier decisión. A nadie (salvo quizá a los niños o a los locos) se le ocurriría preguntar por qué nos hemos enamorado de tal o cual persona o por qué andamos encorvados, pero no mostramos reparo en inquirir los motivos por los que alguien se ha mudado de residencia, dedica su tiempo libre a escribir artículos de filosofía o ha decidido estudiar chino. Y, sin embargo, todo va de lo mismo, todo forma parte de la misma trama. ¿Qué va a poder justificar la razón si ella también ha formado parte del entramado?
Las apetencias no obedecen a razones, sino las razones a apetencias. Estos días, por ejemplo, porque me apetece leer a Luciano Concheiro y escribir sobre la "cultura del exceso", puedo justificar a mis semejantes mi opción por la lectura. De hecho, el abanico de razones que uno humanamente puede dar, todas endebles y apenas soportables, funciona únicamente como forma de dar sentido a las acciones ante el otro. Una vez escuchados los motivos de quien tengo en frente, sus acciones adquieren un sentido. Ya puedo dirigirme a él. Se ha convertido en un semejante. Lo mismo que el saludo, la felicitación o el pésame, la necesidad de justificarnos sirve al interés común de sociabilidad. Es, como tantas otras formas culturales de aproximación, una manera de constatar al otro que algo compartimos, aunque sea ese suplicio de tener que soportar un sentido a las cosas y a las acciones.
3 comentarios:
No se puede decir más con menos palabras. Gracias por compartir tan sabia reflexión. Saludos
Las razones no son lo mismo que los motivos. Con frecuencia ofrecemos razones y escondemos motivos, especialmente a nosotros mismos. Así somos, seres racionalizadores. Por eso señalas, de forma certera y elegante, esa necesidad de formas culturales de aproximación, de modos de construir comunidad.
Y como certeamente indicas, la razón forma parte del mismo entramado. Por ello hay razones que quien no comparte el entramado (quien es de otra culturarente) no comprende y se sorprende o desconfía.
En consecuencia, ¿por qué comento esta reflexión?, ¿qué he de darte,razones o motivos?
Claro, porque el criterio de razonabilidad no es unánime. Nos sirve para aceptarnos, para integrarnos, pero también puede producir distanciamiento. Por ello los intentos de favorecer el contacto y el entendimiento cultural deberían incidir en ese entramado de razones, no olvidando su fondo afectivo, emocional. Las razones no existen en el aire. Necesitan raíces, que no son precisamente racionales. Gracias por tu comentario, como siempre tan enriquecedor y motivante....
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