Me dispongo a dar una ponencia ante un grupo selecto de oyentes. El soporte del discurso es un códice de hilo grueso azulado cuidadosamente entrelazado y hecho de extraños símbolos amarillos. La lectura no puede ser fluida y sí interrumpida por cada símbolo que hay que interpretar. Al tiempo, uno de los catedráticos organizadores interrumpe el acto y me insta a abandonar la mesa.
Mientras espero ser sustituido envuelvo cuidadosamente el códice.
Sueño de la noche del 22 de Noviembre
5 comentarios:
Interesante. Y enlazado con tus lecturas zen. Es juguetón el inconsciente.
Sí, a este paso tendré que abrir la categoría de los sueños zen.
Qué poético sueñas, David.
Los sueños, como las nubes, crean la realidad, siempre fluída y evanescente.
En tu sueño está el silencio que aparece como dos acepciones: la interrupción del discurso (flujo natural, primigenio) ante la aparición del logos, obligado a interpretar, y el silencio como un tesoro que guardar, cultivar, trabajar, llevarlo para ti precisamente porque nace de un saber des-entendido.
En todo caso, tu sueño es un hermoso poema.
Así es.
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