El maestro Mokurai, tras batir las palmas y escucharse el sonido de ambas manos, pidió a su protegido Toyo que mostrara el sonido de una sola mano. Toyo hizo una reverencia y fue a su habitación para reflexionar sobre esta cuestión. Y como vio que no daba con el sonido salió al mundo para descubrirlo, pero fuera donde fuera no lo hallaba. Al fin entendió que no es por el contacto como llegaría a comprender cuál es el sonido de una sola mano.
¿Y cómo sonamos cuando también nos encontramos solos y fuera de los nuestros? ¿Tendremos que trascender todos los sonidos, como hizo Toyo, para comprender que nuestro sonido es también insonoro? ¿O tendremos que buscar el contacto con lo semejante para sentirnos sonar de nuevo? Sí, cuando el recuerdo del hogar todavía llama a la puerta buscamos al próximo, y comprobamos que todavía resuena nuestro corazón, al amparo del otro, también combatiente, también algo frío.
Reflexión del 20 de Noviembre
4 comentarios:
Así como es imposible escuchar el sonido sin un medio que lo transporte, también lo es producirlo sin la resistencia o el choque del próximo. No hay mitades repartidas en cada mano, cada una separada es muda y tan solo en el encuentro brota la magia de lo sonoro.
Salud
Así es: en el encuentro aparece el sonido, y el calor, y lo próximo. Y en el retiro el pequeño Toyo comprende al fin cuál es el sonido de una sola mano: "-No pude reunir más, así que llegué al sonido insonoro."
"Solos y fuera de los nuestros" seguimos sonando, incluso a la intemperie de lo extraño.
Me estoy acordando de la película "Crash", al principio, justo cuanto acaba de haber una colisión, uno de los implicados en ella dice que es la necesidad de contacto lo que a veces nos hace "colisionar". Es tal la soledad en las ciudades, que necesitamos chocar si es que es esa es la única manera de poder tocarnos.
Necesitamos sonar.
Muy bueno. Gracias por la referencia
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