Se dice que el conocimiento y el deseo de búsqueda del saber nacen de la admiración, de ese enorme sentimiento de sentirse maravillado ante un mundo que uno no acierta a entender y una belleza que no termina de alcanzar. Pero he aquí que también ocurre lo contrario: cuanto mayor es el esfuerzo por profundizar en los misterios del universo, tanto más los admiramos por su inconmensurabilidad. De este modo, deseo y conocimiento se aúnan en una perenne búsqueda alimentándose uno del otro, como dos raíces que, entrelazadas, van creciendo imparables cada vez más fuertes una con la otra.
“Nunca comprenderemos una obra con sólo mirarla. Donde no preguntamos, nada aprendemos, y donde no buscamos, no encontramos nada. Ninguna obra de arte se manifiesta a primera vista en toda su grandeza y profundidad. No sólo quieren ser admiradas, sino también comprendidas. Cada obra de arte quiere ser conquistada, como una mujer, antes de ser amada, más aún, llego hasta decir que no tenemos ningún derecho moral a contemplar cómoda y tranquilamente la acción sacrosanta y más apasionada de otro hombre. Donde el artista estaba agitado y ha dado de sí lo mejor, para hacernos accesible su visión, ahí nosotros también debemos brindar lo mejor para comprenderle. Cuanto más nos esforzamos por penetrar en su misterio personal, tanto más nos acercamos al arcano de su arte”. (Stefan Zweig)
2 comentarios:
Estoy contigo cuando señalas esas dos raices entrelazadas. El deseo, en efecto, nace del conocimiento y viceversa. Amamos y deseamos lo conocido, lo que nunca acabamos de conocer del todo, tal vez por ese mismo y necesario deseo.
Sin embargo, respecto a la admiración, al asombro... no se qué decir. Luis Cencillo señalaba lo siguiente:
"Yo no me veo impelido a preguntar movido por el asombro ante el ser, sino por la perplejidad ante el no ser, ante el defecto de ser que todo presenta."
Salud
Una cita muy interesante. Muchas gracias
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