Los científicos y filósofos esencialistas, aquellos que siguen apostando por la posibilidad de definir la naturaleza de cualquier cosa, se afanan por descubrir el conjunto de cualidades y atributos que determinan la humanidad que hay en nosotros. Sin embargo, su concepción artificiosa del mundo dista enormemente de las perspectivas del mundo actual, en el que constantemente nuevos modelos de inteligencia artificial van sustituyendo a los seres humanos en sus funciones sensitivas y cognoscitivas, al mismo tiempo que, conforme avanza este proceso de suplantación, van reescribiéndose nuevas definiciones de la naturaleza humana intentando en vano rescatar lo específicamente humano. Parece que el mundo que tan sabiamente vaticina Blade Runner nos enseña que los límites entre lo humano y lo artificial van difuminándose conforme el mundo tecnológico explora sus posibilidades. Hoy más que nunca lo humano se vuelve artificial y lo artificial humano:
(...) algún día un ser humano podrá despedazar a un robot salido directamente de una fábrica de General Electrics y, para su enorme sorpresa, lo verá llorar y sangrar. Y el robot moribundo podrá a su vez despedazar al hombre y, también para su gran sorpresa, verá un humillo gris que sale de la bomba eléctrica que anida allí donde por sentido común debería estar el corazón del hombre. Será sin duda un gran momento de verdad para ambos (Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?)
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