Últimamente
estoy dándole vueltas a una idea que aparece claramente expresada en películas
del cineasta Tarkovski como Sacrificio (1986) o,
todavía más explícitamente, en Solaris (1972). El
cineasta ruso plantea la tesis de que la condición para que exista el amor es la
conciencia de la mortalidad, propia o ajena. Es decir, sólo puede amarse
aquello que uno sabe puede perder, de ahí que acciones sacrificiales en
aras de la salvación de realidades como la humanidad, el planeta, o todo lo que no sea uno mismo, tienen sentido si el redentor se ha
situado desde un punto de vista lo suficientemente lejano para contemplar la fragilidad de éstas. Vemos el árbol, pero no vemos el bosque, suele decirse, por lo que hay que alejarse del bosque para verlo, y para verlo como un árbol más, como una realidad sujeta a
los mismos infortunios y adversidades. El amor nace entonces como una respuesta a la conciencia de la
fragilidad de las cosas. Quizá sea el deseo de preservación, y no
el de poderío, lo que está detrás de todo.
martes, 8 de diciembre de 2015
Nuevos dioses y un mismo amor
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3 comentarios:
Por eso la misma religión cristiana propuso que el único modo de amar a Dios es hacerlo en los próximos, tan frágiles como nosotros(al menos lo propuso en determinada época y determinado grupo dentro de ella). En ese sentido Dios sería necesariamente frágil, puesto que depende de nosotros para ser amado, y en ese sentido para ser (dios es amor también se ha dicho). La cuestión de la creación y la omnipotencia metafísica que se le atribuye es un añadido que cristaliza sobre todo a partir de Agustín y algún otro santo padre del s. III, porque en su origen judío ese tema es casi anecdótico.
No creo que amemos esos nuevos dioses, simplemente establecemos una relación de dependencia, proyectamos fantasías y deseos con la inconsciente confianza de que serán colmados.
¡Que grandes películas las que esculpió en el tiempo Tarkovski! Es uno de mis cineastas
Muy interesante lo que planteas respecto a la religión cristiana y san Agustín. Respecto de los nuevos dioses, tengo la impresión de que esperamos de la Ciencia y de la Técnica aquello que antes el hombre encontraba en deidades trascendentes. No vemos en Ellas sólo un medio al servicio de nuestros fines, sino, sobre todo, una manera de recibir amparo, protección, consuelo... de ahí que les rindamos tributo constantemente. ¿Acaso la perfección técnica no representa el cumplimiento del viejo ideal cristiano sobre la tierra? Ha pasado el tiempo en el que la tecnología se limitaba a facilitar las labores humanas. Ahora la técnica se ha convertido en una nueva manera de habitar la tierra y de relacionarnos con ella y los demás. Ya no tenemos la técnica, sino que es ella la que nos tiene...., de ahí tengamos que adorarla para seguir habitándola. Saludos
De Tarkovski, además de las citadas, recomiendo Stalker.
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