A mis antiguos compañeros
del Colegio Doctor Azúa (1984-1992):
Saber que ya no podremos comer de aquellos corruscos o ver acercarse la valla verde cada mañana. Saber que ya no podremos alzarnos como victoriosos alpinistas de piedras marmóreas. Saber que no podremos correr por los campos infinitos de partidos logrados. Saber que ya no estaremos con quien fue nuestro primer amigo, tan querido en momentos de amarga intemperie. Saber que ya no tendremos que esconder la salchicha de los martes en el hueco del radiador. Saber que no nos acompañará aquel tierno amor del que todavía un destello alumbra nuestros días. Saber que ya no seremos aquellos niños incapaces de ambición y deshonra. Saber que perdimos para siempre la virginidad del dolor, cuando en días soleados todavía se nos abría el corazón de manera distinta. Saber que ya nadie más nos regalará por vez primera. Saber que ya no seremos todo aquello, que se fue, sin pedirnos permiso ni apenas advertírnoslo. Saber que pertenecimos a un pasado cuyo recuerdo todavía nos hace volver a llamar a la puerta, de cristal duro, pero sin nada al otro lado.
Saber
todo ello nos hace mejores, ahora y entonces.
4 comentarios:
Que bonito david
Gracias, Nuria. Coincide que ahora con cuarenta nos reencontramos todos de nuevo, y es normal que el pasado vuelva. Un fuerte abrazo
Qué imágenes tan bonitas, David. Es precioso.
La nostalgia de la infancia es más hermosa a medida que pasan los años. Encontrarnos a nosotros mismos, entendernos.
Otra cosa es enfrentarse a la fugacidad del tiempo...
Muchas gracias, Robbin
Cierto es lo que dices, y dadas las circunstancias lo mejor será dejar correr el tiempo.
Fuerte abrazo,
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