A mi amigo Víctor,
La infancia es tiempo de gigantes, cuando rompíamos cascarones a cada paso, sin saber que iba a ser la última vez. Cascarones hechos de tiempo, y de aliento, tejidos quizá en las noches uterinas más allá de la primera luz. Cascarones que palidecían y rompían a la intemperie, a ese primer día de colegio cuando apenas nuestra razón se preguntaba por qué teníamos que estar ahí.
Dibujo de Víctor González
Y así fue que me acerqué a él, con la poderosa esperanza de encontrar en él una señal de aquel primer aliento. Y me tendió su mano, y aguardó conmigo hasta que dejó de correr la sangre por mi rodilla.
Aquel primer día.
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