Una extensión ilimitada de historias, representaciones y juegos humanos esperaba a quien cruzase el mar que yacía calmo entre rocas visibles. Al otro lado los niños corrían abrazándose unos a otros y los adultos conversaban tumbados en la hierba o sobre escenarios de los más elevados teatros. La familiaridad adhería incluso las piedras de los ríos que surcaban las planicies o levantaban edificaciones, algunas solo para ser contempladas. De figuras extrañas e inalbergables, servían para que círculos de hombres y mujeres bailaran y cantaran a su alrededor. A veces, durante noches intermitentes separadas por un rayo de luz, se producían las más elevadas conversaciones sobre asuntos que a todos incumbían, como el sentido de la mirada en el cortejo o el motivo primero del juego.
Y ahí me encontraba, teniendo que franquear las rocas negras bañadas por un mar hasta el momento calmo.
Sueño de la Noche del 1 de Agosto
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