martes, 4 de enero de 2022

Compasión

En un pueblo apacible de hombres que trabajaban la tierra y miraban al mar las noches de verano, apareció de entre las rocas un joven que empezó a dictar su propia ley. Mandó cambiar el modo de gestionar la riqueza del país, cerró las escuelas y privó de voto a los más sabios del lugar. Se dice que su poder era tan grande que en la oscuridad las fieras le protegían y en el día las nubes le cortejaban. Nadie nunca lo nombró y todo el mundo le conocía como el Amo.

 


Uno de los labriegos más trabajadores, harto ya de la situación, invocó al hechicero del lugar para ver qué podía aconsejarle. Y así, reunidos los dos allí donde no alcanzaban las nubes, el mago aconsejó:

- El miedo que infunde es el mismo del que se alimenta. Por él es como tendréis que acabar con él.

Al oír estas palabras, el labriego se compadeció del joven y ya nunca supo más de él.

1 comentario:

M. A. Velasco León dijo...

Tal es la base de cierto tipo de autoridad. Bien contada.