A mi padre,
De mi padre siempre diré que ha sido el mejor compañero que puede esperar un hijo, como suele decirse, a las duras y a las maduras. Con sus torpezas, desvaríos, y algún mal genio, me dio su mano para que, solo, afrontara lo recóndito en la oscuridad del día, allí donde otros sólo aciertan a taparse los ojos.
Gracias, por una vida juntos
PRIMAVERA, A PESAR DE TODO
Te despertabas, y el despertar te enseñaba
un árbol quemado,
quemado en medio de la noche;
no humeaba porque el rocío había lavado ya su piel
y los pájaros revoloteaban alrededor buscando su sitio en las cenizas,
y si había zorros olían la madera quemada y hocicaban con terror
lo que pudo haber sido su perdición;
y te decías ésa es tu cosecha,
así que
mírala, huélela, tócala, hazla tuya si puedes
todo fue en la noche
cuando el sueño herido vino a ti;
me vino a mi desprevenido
cuando andaba revoloteando como una mariposa marica
en las sábanas del olvido,
aquello, el puro fuego, la antorcha verdadera
que prende la sal de la vida su primera verdad;
¿cómo podría llamarse? Se llamará
como tú te llames: yo soy el polvo oscuro
que se mezcla con la mañana después del fuego;
mi nombre es yo, nada
si después del fuego llega el agua y lava
también mi piel,
y ya no queda ni el recuerdo
de cuando vivimos de verdad sin saber y sin saberlo.
Miguel Porcel
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