Creemos ilusamente que
el otro nos mira, como cuando de
niños jugábamos mirando de reojo a esa madre o ese padre a quien siempre nos
confiábamos.
Creemos ilusamente que
nuestras acciones dejarán huella, como sobreponiéndose a la arena movediza y
siempre inconclusa.
Creemos en el
reconocimiento como si de un otro intemporal se tratara, cuando éste forma
parte de la misma amalgama.
Sólo los restos,
aquello con lo que además no contábamos, perdurarán para un ojo ciego, que no
alcanza a ver....
.... (una reflexión de David Porcel al hilo de Acaba la tarde)
Acaba la tarde
Acaba la tarde.
Qué alegría volver a la
cena, al plato viejo, al agua,
a los ojos cerrados.
Soy dueño de todo, salvo
de los desechos que fui dejando en las
horas.
Papeles hechos añicos me reclamarán cuando esté en el mejor de los
sueños.
No esperes testigos de
nada,
nadie es testigo,
excepto de su ceguera.
Desconsuélate: estabas
solo,
ni el peor de los crímenes dejó una huella
visible,
ni el amor pisó una
tierra que pudiera delatarte.
Sólo los restos, en los
rincones donde se reúne el polvo,
darán cuenta de ti y te lo harán recordar
para saber de tu
existencia.
Miguel Porcel
3 de diciembre de 2014
5 comentarios:
Gracias por tu lúcida introducción.
M.P.
Gracias a ti por tu aportación. T.H.
Gracias a ti por tu aportación. T.H.
Muy bueno el poema como muy buena, y poética, la reflexión.
"Creemos ilusamente que el otro nos mira" reflejas mi infancia, bueno, y mi adolescencia.
"Sólo los restos, en los rincones donde se reúne el polvo,"
¡que impactante imagen!
Felicidades a los dos
Muchas gracias, Miguel Ángel. Un abrazo
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